Legalización de las drogas tiene que formar parte del debate
durante el VI Cumbre de las Américas
Por Jeffrey Dhywood
Traducido por Kari Jacobsen
La próxima Cumbre de las Américas, que se llevará a cabo en la ciudad del Caribe Colombiano Cartagena en abril, tiene que debatir la legalización de las drogas como una alternativa a la guerra contra las drogas que está fallando.
La llamada Guerra contra las drogas ha durado más de 40 años, y a pesar de los recursos colosales que se han invertido en este experimento social fallado, el apetito mundial por las sustancias ilícitas está aumentando y el narcotráfico es tan próspero como siempre, creando caos en todo el planeta. Para cualquiera que está dispuesta a analizar en tema sin lentes ideológicos ni moralistas, es evidente que esta guerra tiene tan poco potencial como la guerra en Afganistán (o la guerra en Irak).
La lista de lideres del mundo ya jubilados que están hablando en contra de la prohibición y están pidiendo un cambio de paradigma está aumentando cada día. Incluye ex-Secretario General de la ONU Kofi Annan y varios ex–presidentes, ex–políticos en el tema de drogas, muchos de ellos provenientes de América Latina. El flujo de ex–oficiales de alto nivel que están levantando la voz contra la guerra contra las drogas se está convirtiendo en una estampida.
Desafortunadamente, hasta el momento reconocer el fracaso de la guerra contra las drogas se ha considerado como suicidio político para legisladores de todas las nacionalidades mientras están en su oficio, bajo la mano dura de EE.UU.
El Presidente colombiano Juan Manuel Santos ha sido la excepción notable, tomando una postura en favor de legalización antes de su elección y continuando esta postura durante su presidencia. El Presidente mexicano, Felipe Calderón, empezó su sexenio con una determinación feroz de acabar con el problema. Sin embargo, acercándose en fin de su sexenio, después de un número oficial de 50 mil muertos, parece que hay dudas. Su determinación fue sacudida primero con la masacre de Monterrey en agosto de 2011, mientras el debacle de rápido y furioso con razón lo puso furioso. La primera expresión de quejas regionales llegó el 6 de diciembre de 2011 con la publicación de una declaración de 10 líderes de Centro América y el Caribe, miembros del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla. Pidieron una exploración de opciones de regulación o del mercado.
Pero la gran sorpresa llegó de Guatemala. A unos pocos días de asumir el cargo de presidente el 14 de enero de 2012, el Presidente Otto Pérez Molina, ex-general que ganó con un enfoque en llevar el país a la legalidad y el respeto a las leyes, empezó a identificar la legalización como una salida de los problemas de la guerra contra las drogas.
A partir de sus discusiones con el presidente colombiano, Pérez Molina declaró el 11 de febrero su intención de presentar una propuesta para la legalización de las drogas en Centro América durante la Cumbre de las Américas el 14-15 de abril. La vice-presidenta de Guatemala, Roxana Baldetti comenzó una gira por la región con la propuesta, para reunirse con líderes regionales y buscar su apoyo. Empezó con los líderes de Panamá, Costa Rica y El Salvador el 29 de febrero.
Como se esperaba, la iniciativa fue rápidamente rechazada por el gobierno de EE.UU., que mandó por una gira de la región a la Secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, el 28 de febrero, un día antes de la gira de Roxana Baldetti. Napolitano ganó el apoyo para la continuación de la guerra contra las drogas por los presidentes de Costa Rica, El Salvador y Panamá. Esos países fueron entre los objetivos principales de Baldetti. Pensar que usó tácticas para obligar a los presidentes a apoyarla sería poco honrado… Durante su gira, Napolitano declaró que la guerra contra las drogas en México no ha sido un fracaso, a pesar de los 50 mil muertos, pero tampoco la pudo declarar un gran éxito.
Los 6 países del istmo de Mesoamérica, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Hondura, Guatemala y Nicaragua, se reunieron el día 6 de marzo, con el vice-presidente de los EE.UU. y decidieron de debatir las propuestas de Pérez Molina a su próxima junta, el día 24 de marzo en Guatemala. México y Colombia fueron invitados a esta cumbre, en preparación de la Cumbre de las Américas.
La iniciativa del Presidente guatemalteco es una iniciativa sin precedentes y es la primera vez que un Jefe de Estado ha cuestionado la política de prohibición de drogas, desde el inicio de la guerra contra las drogas durante la presidencia de Richard Nixon en 1971. También es la primera vez que un Jefe de Estado intenta formar una coalición contra esta política. Sus antecedentes en las fuerzas armadas guatemaltecas le dan a Molina una credencial impecable para presentar esta iniciativa. Guatemala está ubicado dentro de la ruta del narcotráfico de Colombia a EE.UU. y la violencia asociada con las drogas incrementado exponencialmente durante los últimos años. Guatemala que antes era pobre a inestable, ahora se ha convertido además en uno de los países más inseguros del mundo.
Hay que ver si Molina puede resistir la presión de EE.UU. Mucho depende de la actitud de México y Colombia, los países más influyentes de la región. Si estos países deciden explorar de manera seria las alternativas de la guerra contra las drogas e ir en la dirección de políticas más pragmáticas y realistas, el balance de poder puede cambiar drásticamente. Esto puede convencerles a otros países. Pero la iniciativa no tiene mucha fuerza sin el apoyo de México y Colombia.
Existen muchas razones para pensar que los últimos avances representan un cambio verdadero el la política de América Latina sobre el problema de narcotráfico. Este problema ha creado daños enormes durante las últimas tres décadas. Hay una realización cada vez mayor de que el régimen de prohibición no puede enfrentar al problema. Avances en un lugar sólo desplaza el problema. Metanfetaminas desplazan a la cocaína. Guatemala desplaza a México. Una variedad de mini cárteles toman el lugar de los grandes cárteles cuando caen. Son círculos viciosos sin fin. Lo mejor que se puede esperar es contener la violencia, como se ve en el caso de Colombia.
Existe un sentimiento de rencor muy profundo en América Latina hacía EE.UU. por poner la culpa del problema en los países de producción y tránsito mientras EE.UU. no puede ni quiere acabar con el problema de demanda en su propio país. Otra fuente de rencor es el flujo constante de armas desde EE.UU. y las leyes poco estrictas sobre armas a las que los legisladores estadunidenses no se acercan. América Latina también paga el mayor costo humano de la guerra, y al mismo tiempo los países se sienten como observadores inocentes de lo que esta pasando, particularmente en países de tránsito.
Más preocupante todavía es que la región está enfrentando su propio problema de drogas. Servicios y transacciones relacionados con las drogas, muchas veces se pagan con drogas. Esta fue una nueva política de los cárteles desde los años 80. Las sustancias que se usan para pagar, crean una explosión de la demanda local. Como resultado, las guerras de plazos entre las pandillas y los cárteles son más frecuentemente sobre territorios locales y no rutas de tránsito.
Al mismo tiempo, países latinoamericanos desean afirmar su independencia del vecino del norte. El presente vacío de poder en EE.UU., donde el gobierno está tomado rehén por grupos marginales fanáticas, refuerza el deseo de independencia y crea condiciones favorables. La intransigencia por parte del gobierno de Obama y Napolitano puede llegar a tener lo opuesto al efecto deseado.
He argumentado bastante tiempo, y más reciente en mi libro “World War-D” que el reforma de la política contra las drogas en América Latina empieza con y será liderado por Colombia y México. Puede ser que estamos viviendo un cambio histórico, pero existen maneras de cambiar la ruta de la historia.
La historia reciente ha mostrado el poder de la opinión pública. Todo tenemos que apoyar a Guatemala y sus aliados potenciales. Colombia y México tienen que entender la importancia del momento. También debemos apresurar al gobierno de Obama para asegurar que no pare a la iniciativa de Molina, y que permita un debate de verdad durante la Cumbre de las Américas el 14-15 de abril, y más allá.
Es por eso que empecé la petición exigiendo que la legalización de las drogas se discuta en Colombia entre los presidentes Obama, Santos, Pérez Molina y su vice-presidenta, Calderón y los presidentes de Panamá, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Su apoyo para acabar con la guerra demente contra las drogas es necesario. http://signon.org/sign/support-guatemalan-president
Jeffrey Dhywood es autor de “World War D – The Case against prohibitionism, roadmap to controlled re-legalization” www.world-war-d.com